lunes, 30 de septiembre de 2013

Doña Enriqueta Clavijo Gómez-Cullera

Apenas llevaba 40 minutos viuda y ya se sentía otra, una mujer nueva, con esa alegría y energía que dan las buenas noticias. Le costaba disimularlo.

Don Vicente desde su ataúd, se encontraba completamente ajeno a los sentimientos de la que había sido su esposa durante los últimos aproximadamente, cinco años. Ese era el límite de cada relación que Enriqueta iniciaba. A los cinco años se le moría un marido.

Tico, como ella lo llamaba cariñosamente cuando lubricaba, descansaba ahora además de rígido mas pálido que de costumbre, pues la maquilladora no hizo del todo bien su trabajo dejando una cara difícil de mirar.

Hasta ahora le había salido siempre bien, entre otras cosas porque se beneficiaba al comisario jefe de la policía. Entre ambos inventaban coartadas, eliminaban pruebas y borraban cualquier rastro que la pudiera implicar o comprometer. Digamos que simplemente no tenía suerte con los hombres y ahí terminaba todo.

Pero ya se le habían muerto tres maridos y Salvador, -el jefe de la policía-, cada vez lo tenía mas complicado. Enriqueta no colaboraba, había llegado el momento de poner las cosas en orden. 

Un accidente de tráfico le pareció lo más cabal después de descartar el suicidio. ¿Que motivos iba a tener Enriqueta para suicidarse? Todos la conocían, era inmensamente rica y podía tener todo lo que quisiera. ¡Que se lo preguntaran al forense!

Simplemente no daba el perfil para un acto como ese. Además Salvador tendría que sortear la siempre incómoda presencia de Inés, la empleada de hogar. Mejor en la carretera comarcal que servía de atajo para llegar a casa y de noche porque no hay luz, elegiría una curva cerrada y despeñaría el auto. 

Dejaría algunos cabos sueltos para que la prensa y las televisiones locales especularan y pelearan por la audiencia. En la Central, quedaría registrado el accidente por exceso de velocidad y conducción temeraria como causa de la muerte. Algo difícil de encajar con un cuerpo dormido pero ese detalle no trascendería. Ahora ya podría dormir tranquilo.

Mandó a Peláez que con los datos que le habia proporcionado redactara un informe. 

- A la orden señor dijo el único testigo. El agente se encontraba en el lugar de los hechos porque estaba inspeccionando el terreno en el que iba a provocar un incendio en el bosque a la mañana siguiente. Ya había elegido tiempo atrás los otros dos focos que tendría el fuego.

Ahora Enriqueta y Vicente volvían a yacer juntos para siempre. Caso cerrado.

5 comentarios:

  1. ¡Cuánta corrupción XD! en este relato sólo el pobre Tico y la sirvienta se salvan ¡todos son culpables!
    Muy bueno, de verdad.
    Besitos.

    PD Ha sido una buena idea ilustrar los relatos con alguna imagen, aunque solo sea para dar color.

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  2. La fuerza del dinero hace que los actos criminales, de esta poderosa mujer queden siempre impunes, el comisario pensó que en cualquier momento podría ser llevado junto con ella a presidio y con el mismo criterio que ella mandaba a la otra vida a sus maridos, ella también emprendió el mismo viaje....el comisario pensó....muerto el perro se acabó la rabia....muy buena historia!

    Un beso
    http://ventanadefoto.blogspot.com.es/

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  3. Extraordinario articulo. ¿De donde losacaste? quiero aprender más si es posible y me lo permites.
    Gracias

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    1. Gracias, me alegra que te guste, no es un articulo sino un relato corto salido de mi imaginación, como todos los demas

      saludos

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  4. No, no tenía suerte con los hombres, pero menos tenían ellos con ella... ¡ Y todavía menos hemos tenido siempre todos con los comisarios! :)

    Genial lo de ilustrar el texto con un cuadro de Juana la Loca ;)

    Un beso

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Adolfo González del Valle. 2012 - 2015 ©. Puedes contactar conmigo en: fotosderipley@gmail.com