viernes, 13 de septiembre de 2013

doña Virtudes Mariscal de Robles Gómez

"La doña", como la llamaban en casa sus sirvientas filipinas, jamás había visto desnudo a Edmundo Gómez y Edmundo Gómez en correspondencia tampoco. Cabe decir que ambos eran marido y mujer.

Durmieron un mes en una cama matrimonial que enseguida cambiaron por una para cada uno. ¿Que como tuvieron a un hijo? lo explican los picores descomunales de Edmundo y la cama matrimonial.

Luz apagada, a oscuras, sin quitarse el pijama y usando Edmundo un agujero que Virtudes hizo a su camisón recuerdo de la bisabuela del dia de la boda de aquella, no sin antes derramar un millón de lágrimas. Aunque el camisón tenía cientos de agujeros ninguno coincidía donde tenía que estar. Lo arregló con dos botones para no pasar frio. Fácil, desabrochar y abotonar después.

- Tú no me quieres le espetó. Si me quisieras me respetarías. Solo anhelas mi dinero dijo en un arranque de furia. Aunque éste -el dinero- no lo fuera del todo hasta que su padre falleciera y desde luego no parecía tener prisa por marcharse. Ella hablaba ya en pasado. Los años no lo son todo, "hay accidentes" dijo enigmática.
- Que sí mujer todos los que se quieren lo hacen y se tocan el cuerpo desnudo.
- ¿Que hacen que has dicho?
- Que se tocan, el hombre los pechos a su esposa y ella los bajos del marido y se besan y susurran cosas bonitas al oido.
- ¿Y tu como sabes todo eso?
- Mujer ya sabes que me gusta mucho el cine y la novela.
- Sí pero en el cine eso no se ve...
- Ni en los libros tampoco pero se imagina y deja ya de hacerte la remilgada, en el fondo estoy seguro que quieres probar.
- Ni en el fondo ni en la superficie. Hagamos ese hijo que tanto deseas que no se si es por él o por estar en mí moviendote como Lolo. Lolo era el perro guardián, un caniche que todos los días se echaba encima del cartero, mujer u hombre y empezaba a rozarse contra sus piernas. De él aprendió Edmundo todo cuanto mas o menos necesitaba saber.

Su esposo Edmundo Gómez siempre le pareció poco para ella pero como todos los buenos mozos se iban a la capital, Bilbao o Barcelona a hacer dinero, cada vez quedaban menos hombres y no quería ser la solterona del pueblo así que un día que Edmundo estaba tumbado debajo de un almendro con una pajita en la boca, se le insinuó y él enseguida se erectó. No tenía costumbre y aquello era tan nuevo que no lo pudo evitar, ella desvió la mirada coqueta y se puso a hablar de las trivialidades acerca del matrimonio, como para enfriarlo pero no dando resultado, en esto que a sus espaldas y al grito de yeeeeepaaaaa lo vio correr y tirarse de cabeza al río. Ofició el párroco don Rómulo Remo y la familia tiró la casa por la ventana. Literalmente. Había que crear nuevos espacios y darle un halo de romanticismo así fuera los primeros días y fingidos el resto de años.

Una maceta por aquí, unas cortinas nuevas y una alfombra para el salón, una jaula para Jazzy que era una especie de loro que no paraba de hablar ni para coger aliento. También se aprendió algunas canciones de las que escuchaba Edmundo en su tocadiscos de ultima tecnología traído de Suiza.

Era la mujer mas rica del pueblo y tenía que notarse, hasta les dio unas pastas a sus sirvientas. Don Rómulo Remo que aunque estaba de servicio pegó un buen trago de vino traído especialmente de las bodegas en un barril en el que ponía "Condado de Puerla. Gran Reserva 1866". Y ésta era sin duda una gran ocasión.

Todo transcurrió entre dimes y diretes, felicitaciones y falsos halagos al vestido de la novia, al novio le había prestado un traje el enterrador y no le quedaba nada mal. Aquel ya sabía que tendría un cliente en pocos años porque Virtudes era insufrible, hasta para los cerdos de la cloaca que se alejaban cuando ella visitaba las cuadras y los caballos temerosos se echaban hacia atrás para no ser montados por sus 80 kgs de carne y ropaje de amazona con sombrerero y todo y lo que era peor, en el uso y abuso de las espuelas y la fusta. Montaba como un hombre, nada de paseos de lado.

Una vez elegido el caballo abrían las caballerizas y al grito de yeeeeepaaaaaaaaaaa se disponía a pasar una agradable mañana mientras sus criadas recogían bellotas.

4 comentarios:

  1. Bueno, eso de que el novio llevara un traje prestado....y precisamente del enterrador.....no crees que ya es síntomas de malos augurios?

    La historia podría continuar relatando la vida del hijo desde la cara opuesta de la moneda...sería un escándalo para esa madre ver la libertad sexual de hoy día.....

    Besos

    http://ventanadefoto.blogspot.com.es/

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  2. Je, je. Genial. Purito humor negro. Me gusta tu nueva faceta de escribidor.
    Salu2

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  3. ¡Ay aquellos matrimonios!

    Esos eran matrimonios de verdad en los que la virtud imperaba hasta en el tálamo.

    No como ahora, el vicio y la depravación han tomado el lugar de aquella virtud que adornaba a los cónyuges y ya no hay respeto mutuo.

    ¡Hala, al lío! Ellas desnudas cual colipoterras de tres al cuarto y ellos cual cánidos en busca de hembra en celo.

    No hay más que ver las playas actuales. ¡Una vergüenza don Edmundo!

    Y es que ya no hay valores.

    Claro que, todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

    Me ha gustado su relato, mire usted. Tanto que me voy a dar una ducha fría para remediar estos picores y calores que me han entrado.

    Es lo que tiene el erotismo.

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  4. Madre mía, qué cosas las de aquellos tiempos!
    Un besito.

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Adolfo González del Valle. 2012 - 2015 ©. Puedes contactar conmigo en: fotosderipley@gmail.com